
Me siento la persona más afortunada del planeta por estar aquí ahora mismo”, resume Ben Kelliher desde su veterana escuela de kitesurf y otros deportes náuticos Tribe Watersports en Watamu, al sur de Malindi, en la costa de Kenia. No le faltan argumentos: playas de ensueño, una vida que transcurre mayormente al aire libre, temperaturas rondando los 28 grados, un ambiente relajado… “¡y si la vitamina D es muy recomendable ahora, aquí realmente no te va a faltar con tanto sol!”, añade. Y todo ello en un país, Kenia, que a día de hoy “sólo” ha registrado 1.604 muertes por Covid y algo más de 92 mil casos (datos oficiales del 15 de diciembre), frente a los 1,7 millones de casos y 48.596 muertes en España).
No suena nada mal como opción para estas navidades y principios de año, de entrada. Acaba de empezar la temporada alta del kitesurf en África oriental, que se alarga entre mediados de diciembre y principios de marzo, coincidiendo con la llegada del “kaskazi”, el viento del norte. Sin viento, no hay kitesurf, ya que este deporte extremo consiste en surcar el océano sobre una pequeña tabla individual propulsada por una cometa conectada al surfista con un arnés en la cintura. Muchos se preguntaban estas últimas semanas si sería posible escaparse este año a Kenia en plena pandemia para surfear. O, simplemente, para gozar de las aguas de azul turquesa y sus corales…

Pues bien. No sólo se puede sino que desde octubre muchos spots de la costa keniana han vivido un auténtico “boom”, en gran parte por el turismo nacional. Residentes en Kenia, incluidos los expatriados pero sobre todo una creciente clase media de kenianos, todos hartos del confinamiento en ciudades como Nairobi y que “estaban desesperados por salir”, explica Kelliher. Hay que pensar que una parte de ellos se desplaza en tren o por carretera. “La verdad es que hemos estado muy ocupados. Ha sido el octubre que más hemos trabajado nunca. Vamos a ver qué pasa a partir de diciembre pero ahora mismo somos muy optimistas”.
¿Recomiendas arriesgarse a venir a Kenia en plena pandemia? “Cien por ciento”, concluye Ben sin dudarlo, que está en Kenia desde que sus padres, británicos, se instalaron aquí cuando tenía 3 años. “El Covid realmente no es un problema aquí en Kenia, la tasa de muertes es muy inferior a la de Europa”.
“Me siento la persona más afortunada del planeta por estar aquí ahora mismo”, dice Ben Kelliher desde Watamu, en la costa keniana
Su escuela acumula 18 años de experiencia y numerosos premios. Antes ubicada en el hotel Medina Palms, ahora cuenta con una ubicación independiente a unos 700 metros más al sur, a la altura del Plot 28 en la Turtle Bay Road. Además de kitesurf (con clases privadas y cursos de inciación de tres días), ofrece paddle surf (Stand up Paddle Boarding-SUP, o surf de remo) –ideal para las horas sin viento-, wakeboard y waterski. Todo ello en el entorno paradisíaco de este pueblo de pescadores de la costa suajili.

H2O Extreme en el Kenyaways de Diani Beach
A unos 30 km al sur de Mombasa, en la famosa Diani Beach, Kathi van der Linde se muestra también razonablemente “positiva y optimista” pese a que la impredecible situación a nivel mundial les obliga a adaptarse a un futuro “a corto plazo”. La veterana escuela de deportes náuticos (sobretodo kitesurf pero también windsurf, paddle surf, kayaks…) que regenta junto a su marido Boris Polo en uno de los mejores “spots” de Kenia y de África sin duda –H20 Extreme, en el precioso hotel Kenyaways – se prepara para la temporada alta del “kaskazi” con el privilegio de estar en un imbatible enclave de la maravillosa Galu Beach: playas interminables de arena blanca, viento potente y aguas generalmente planas y poco profundas. La combinación perfecta para ser una de las mecas de los kiters. No en vano Diani ha sido elegida mejor playa de África en repetidas ocasiones y mejor destinación de surf de cometa.
“En diciembre tenemos bastantes reservas pero está por ver como irán enero y febrero; ahora se reserva mucho en el último minuto”, explica Kathi. Y es que la gente está loca por viajar… pero también pendiente de si podrá volar o tendrá que hacer cuarentena, claro. Esto ha obligado a H2O Extreme a adaptarse: “En lugar de tener cinco o seis instructores como es habitual, ahora mismo tenemos a tres. Y yo misma me he dedicado a hacer muchas clases, ¡en octubre tuve mucho trabajo! Pero es difícil planificar, nadie sabe cómo va a ir todo… Además, aquí en Kenia no hay instructores con acreditación IKO y no puedo arriesgarme a traerlos de fuera y que luego estén parados sin trabajar…”




Las cometas de los kitesurfs dan color y movimiento en la arena blanca de Galu Beach, en Diani, frente a la veterana escuela H2O Extreme, en febrero de este año justo antes del confinamiento (Carles Cascón, 2020)
Quien recomienda encarecidamente este spot para el kitesurf es la checa Leny Petroff, una experimentada kiter que conoce bien la costa de Kenia y ha sido instructora en H2O Extreme del Kenyaways, en la Galu Beach (aunque ahora mismo está confinada en Praga). “Kenia es un país lleno de color con buenas temporadas de viento asegurado. Para este año es una buena elección como spot de invierno porque se puede entrar en el país. Además de tener dos aeropuertos cerca, Galu Beach es muy segura y ofrece todos los servicios de estándares europeos. Como kiter e instructora lo recomiendo”. Sólo añade un consejo de sentido común: “Si eres chica mejor quedarte en el grupo y no andar sola cuando oscurece”.
Ahora mismo, los vuelos internacionales están operativos en Kenia, así como las aerolíneas nacionales. Salvo volar desde un país que esté en la lista de alto riesgo según los criterios del país africano (España no está incluida ahora mismo), para entrar en Kenia sólo hace falta, además del visado, un test negativo de Covid-19 en las 96 horas previas, rellenar un formulario de salud, y someterse a un control de temperatura a la llegada, con lo que no es necesaria la cuarentena si no hay síntomas.
Todo se hace al aire libre, es fácil mantener la distancia social y hace calor: la incidencia del Covid es muy baja
En el país uno se puede mover libremente cumpliendo con el protocolo sanitario: máscara en lugares públicos, lavado de manos, y un máximo de cuatro personas por mesa en un restaurante. Los parques nacionales están abiertos y también muchos alojamientos y servicios, aunque muchos hoteles grandes permanecen cerrados por la ausencia de chárteres en estas fechas, por ejemplo los que solían traer a decenas de italianos para vacaciones de “todo incluído”.

“Los primeros que han venido desde Europa se han sorprendido de lo bien que están organizados los kenianos”, señala Van der Linde. “Mis padres estuvieron aquí el mes pasado y vieron cómo aquí todos se han adaptado a la nueva situación. Todo es al aire libre, te tratan bien, y la sensación es muy diferente a la que se vive en Europa, en espacios cerrados”. Y es que, si bien hay que llevar mascarilla cuando vas al banco, al supermercado o en transporte público, la realidad es que en general todo lo demás es “bastante relajado”. Justo lo que anhelan miles de europeos ávidos de desconectar y respirar libremente aire puro.








Fotogalería de las actividades de Tribe Watersports en Watamu (Tribe Watersports / cedidas)
Cierre en el mejor momento y auge del turismo interior
Pero… ¿ha afectado muy negativamente el parón del turismo internacional en el primer destino de safaris del mundo? La pandemia ha obligado a centrarse en el turismo interior, admiten todos, y no les ha ido mal. Por otra parte, no pocos en Kenia han optado por el “teletrabajo” en la playa, desde donde es más agradable asistir a meetings online. Aunque no practiquen deportes náuticos (el keniano medio no es de estar mucho en el agua…), trabajan más relajados que en las ciudades con sus atascos y ruido diarios.
Por otra parte, el primer “lockdown” pilló a los negocios turísticos en el mejor momento posible, a mediados de marzo, que es cuando empiezan a cerrar hoteles y centros de kitesurf (y todas las actividades acuáticas) en la costa por la llegada del monzón. “Solemos cerrar hasta junio por las lluvias, y como tampoco pudimos viajar por el confinamiento pues nos quedamos en casa y ahorramos dinero”, resume Ben Kelliher de Tribe Watersports.








Fotogalería de las actividades de H2O Extreme en la playa de Galu en Diani (H2O Extreme / cedidas)
“Al principio fue un duro golpe, claro, cerraron hoteles y los grandes aún están desiertos. Pero para nosotros está bien, hemos pasado de recibir turistas de fuera a residentes –coincide Kathi van der Linde-. En junio y julio estuvimos a tope. Y ha ido bien porque precisamente la última temporada no fue del todo buena, muchos días nos faltó viento”.
Proliferación de escuelas, no todas con licencia
Otro problema que han acusado los últimos años en lugares privilegiados como Diani Beach es la llegada de escuelas temporales de kitesurf sin licencia, y no siempre garantizando unos instructores con título IKO y un equipo reglamentario. Aunque algunos, sí. Instalan su “kite school” frente a algún resort, como un servicio más del mismo o… directamente delante de la villa que han alquilado en la playa (como turistas, claro). Una práctica que han popularizado algunos rusos espabilados y que compite con el resto con precios por debajo del mercado.
Una de las razones de optar por operar sin licencia autorizada por el gobierno keniano puede ser que la lentitud del trámite en el ministerio correspondiente alarga hasta varios meses el proceso de obtención de la licencia, que por otra parte no es barata. Aquí, sobre todo los extranjeros, pagan mucho para poder operar legalmente: el permiso de inversores para cada actividad (unos 2.000 $, renovado cada dos años más unos 500$ de tasas) más otras licencias y tasas y cobertura de los empleados suman unos 8.000 $ anuales en gastos, estima un residente que prefiere mantener el anonimato. “Y tanto les da si eres un particular que alquilas tres habitaciones por Aribnb o un gran hotel de cien habitaciones, te piden lo mismo”, lamenta este hijo de europeos que ha vivido en Kenia casi toda su vida.
Así que venir a montar una escuela de kitesurf un par de veces al año (en temporadas de unos tres meses) puede resultar más arduo de lo previsto. Las escuelas consolidadas y estables, mientras tanto, pagan todo el año. Esta competencia desleal puede ser algo “frustrante” pero de momento “no es un problema para nosotros”, señala Kathi de H20 Extreme, que lamenta que algunos se aprovechen del poco control sobre el terreno para venir a trabajar con un visado de turista y sin licencia oficial.
En Watamu aseguran no tener este tipo de problema. Kathi anuncia, por otra parte, el proyecto de crear, “en dos o tres años”, una asociación de centros de deportes acuáticos en toda la costa keniana para regular mejor el sector.

Perspectivas de futuro
Los primeros turistas extranjeros que se han animado a volver poco a poco a Kenia son sobre todo jóvenes, y por tanto más aventureros (y con menos riesgo de contagio) o que ya conocían el país. La realidad es que ahora mismo, atención, puede ser complicado encontrar alojamiento en la costa porque, al no abrir los grandes hoteles, las plazas existentes se reservaron con bastante antelación.
En Watamu las propiedades en alquiler están ocupadas prácticamente al completo desde hace tres meses. Muchos vendrán de Nairobi y otras ciudades del país, desde donde no es indispensable un vuelo interior: algunos optan por el tren (hasta Mombasa) y el resto (o todo el trayecto) se puede hacer por carretera.
La sensación general en el sector turístico es que hay “muchas ganas”. Y que las cosas se mueven. Pero aún es pronto. Algunas agencias especializadas consultadas son cautas. Xavier Gil, experto en África de la barcelonesa Tarannà Viatges, señala que “aunque se pueda viajar, en muchos de estos países se pide una PCR hecha en las 72 horas previas al viaje y esto complica las cosas donde la posibilidad de hacer esta PCR es limitada. Por ello decidimos –concluye- no hacer nada esta Navidad y esperar que el 2021 nos traiga la luz”. Toni Espadas, de Rift Valley Expeditions –especializada sobretodo en África oriental- dice por su parte que están programando grupos poco a poco. “El turismo aún está bastante parado pero para destinos como Tanzania o Kenia la gente está animada”, señalaba días atrás. Para los clásicos safaris no hay problema porque los parques nacionales están abiertos. Es más, algunos se lanzan a aprovechar ahora que no hay masificación e incluso algunas rebajas especiales en tarifas y alojamientos.

“No wind activities”: safaris, islas y cultura suajili
Deportes náuticos aparte, no hace falta decir que a los viajeros más atrevidos no les faltarán otras atracciones en su viaje a Kenia, lo que en el argot del kitesurf se denomina “no wind activities” (cosas que hacer en los días sin viento). De entrada, todos los parques están abiertos al turismo dentro de las restricciones habituales del Covid. Además de las célebres reservas de Masai Mara, Amboseli, Aberdare, Samburu o Monte Kenia, más cerca de la costa les quedará la fauna salvaje del -a veces subestimado- parque de Tsavo (Este y Oeste), donde pueden extasiarse también con los grandes mamíferos de la sabana, o el accesible Shimba Hills.
Y si la idea es no moverse mucho de la costa –por si de repente sube el viento y hay que correr a montar cometas y velas-, no hay opción mejor que escaparse a pequeñas islas como Funzi (cruzada por un río en el que se avistan cocodrilos y muchas aves), Chale o, más al sur, Wasini Island y su Kisite Mpunguti Marine Park, lugar idóneo para practicar snorkelling (inmersión de superficie) o buceo en el arrecife de coral o avistar delfines.


Salida en el pequeño dhow de captain Juma hasta el arrecife de Diani (Carles Cascón, febrero de 2020)
En las pequeñas aldeas de Wasini (a la que se accede fácilmente desde el pequeño puerto de Shimoni) se puede hacer otro tipo de inmersión, la cultural. Aquí se vive aún al estilo suajili, cultura milenaria de la costa este de África fruto de la mezcla de los pueblos bantúes y costeros con los comerciantes árabes, persas, indios y después europeos. «Karibuni» (bienvenidos), nos repetirán una y otra vez.
Las reservas, como el cercano Tsavo, están abiertas, pero también se puede perder uno en islas como Funzi o Wasini para practicar snorkel y avistar delfines
Uno de los emblemas del modo de vida suajili es el dhow, el barco tradicional de vela latina que se mueve por estas aguas del Índico como hace cientos de años. Uno de los placeres más intensos e inolvidables (y accesibles) en esta parte del continente es sentir en el rostro la brisa con sabor a mar a bordo de un dhow, oír el crujir de la vieja madera del barco, las conversaciones de la tripulación en suajili, saborear un pescado a la brasa con arroz de coco y volver a puerto con la luz del atardecer bañando el oceáno y los manglares.
© Texto de Carles Cascón, 2020
© Fotos de H2O Extreme, Tribe Watersports (cedidas) y Carles Cascón, 2020
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