Con las primeras lluvias de mayo, las calles sin asfaltar de Camerún se llenan de barro y arrastran desperdicios de todo tipo. Ajenos a este caos urbano, imperturbables, los cameruneses salen del trabajo y se lanzan a la calle con sus trajes y corbatas, cartera en mano, zapatos relucientes, y vuelven tranquilamente a sus barrios paseando su elegancia impoluta.
Un contraste que siempre me fascina y no me canso de admirar.
© Texto y fotos de Carles Cascón, 2014
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